viernes, 13 de mayo de 2016

Carmen Laforet, la chica rara

Nada

Documental en RTVE - Imprescindibles

http://www.rtve.es/alacarta/videos/imprescindibles/imprescindibles-carmen-laforet-chica-rara/3593312/

 

Artículos sobre educación

Tesoro

Ese mar está infestado de piratas, que tienen su santuario en la caverna del Gobierno


Está amaneciendo. Es la hora de los pájaros. A los colegios e institutos llegan en bandadas niños y chavales cargados con sus mochilas. Ellos no lo saben, pero todos se dirigen a la isla del tesoro. Puede que ignoren dónde está ese mar y en qué consiste la travesía y qué clase de cofre repleto de monedas de oro les espera realmente. El patio del colegio se transforma, de repente, en un ruidoso embarcadero. Desde ese muelle lleno de mochilas cada alumno abordará su aula respectiva, que, si bien no lo parece, se trata de una nave lista para zarpar cada mañana. En el aula hay una pizarra encerada donde el profesor, que es el timonel de esta aventura, trazará todos los días el mapa de esa isla de la fortuna. Ciencias, matemáticas, historia, lengua, geografía: cada asignatura tiene un rumbo distinto y cada rumbo un enigma que habrá que descifrar. La travesía va a ser larga, azarosa, llena de escollos. Muchos de estos niños y chavales tripulantes nunca avistarán las palmeras, unos por escasez de medios, otros por falta de esfuerzo o mala suerte, pero nadie les puede negar el derecho a arribar felizmente a la isla que señalaron los mapas como final de la travesía. Ese mar está infestado de piratas, que tienen su santuario en la caverna del Gobierno. Todas las medidas que un Gobierno adopte contra el derecho de los estudiantes a realizar sus sueños, recortes en la educación, privilegios de clase, fanatismo religioso, serán equivalentes a las acciones brutales de aquellos corsarios que asaltaban las rutas de los navegantes intrépidos, los expoliaban y luego los arrojaban al mar. De aquellos pequeños expedicionarios que embarcaron hacia la isla del tesoro solo los más afortunados llegarán a buen término. Algunos soñarán con cambiar el mundo, otros se conformarán con llevar una vida a ras de la existencia. Cuando recién desembarcados pregunten dónde se halla el cofre del tesoro, el timonel les dirá: estaba ya en la mochila que cargabais al llegar por primera vez al colegio. El tesoro es todo lo que habéis aprendido, los libros que habéis leído, la cultura que hayáis adquirido. Ese tesoro, que lleváis con vosotros, no será detectado por ningún escáner, cruzará libremente todas las aduanas y fronteras, y tampoco ningún pirata os lo podrá nunca arrebatar.

Mal ejemplo

El sistema ahoga el potencial de la enseñanza pública y la sociedad contribuye a la mala educación

Estamos ante un sistema perverso que ahoga el potencial de igualación social de la enseñanza pública, su misma razón de ser. Se reducen las plazas de interinos, no se aumentan las de fijos, sube la ratio de alumnos por aula y los profesores se ven obligados a aumentar sus horas lectivas, convirtiendo la jornada laboral en una carrera atolondrada de una clase a otra, y a menudo, de un universo a otro, dado que hace tiempo que los niños más tiernos comparten el instituto con alumnos de bachillerato. A los profesores no les llega la camisa al cuerpo y sufren ese desgaste sabiendo que ya no hay bajas que valgan, que las jubilaciones se retrasarán y que una vez que se apague el ruido de las manifestaciones públicas ellos solos habrán de enfrentarse a la precariedad diaria. Así ha sido siempre.
Me pregunto si de verdad somos conscientes de eso. Hablamos de la desaparición de la Filosofía o de las asignaturas artísticas cuando lo cierto es que una parte alarmante del alumnado no sabe escribir o leer con soltura. A eso se suma un asunto más turbio que ha ido complicándose en los últimos años: la mala educación. Abundan los problemas de mal comportamiento. Pero, ¿cómo podría ser de otra manera? No es solo la escuela quien educa, ni tan siquiera son los padres los únicos responsables, es la sociedad misma la que marca el tono: el ambiente que se palpa en la calle; el lenguaje que se emplea en los medios de comunicación; la consideración pública de los educadores; el respeto que los padres muestran hacia el profesorado; la forma en la que nosotros mismos, los que opinamos públicamente, utilizamos ese pequeño poder que se nos presta. Todo eso suma, o resta. Y por lo que oigo, leo y veo no me extraña que, además del recorte de recursos a la escuela, estemos también contribuyendo a su deterioro con un ejemplo generalizado de grosería.
 

Educación



No se desaliente: no tenemos la educación pública que quisiéramos (a pesar de la aireada campaña "ni un niño sin ordenador") pero usted puede enseñar a su hijo a no despreciar el conocimiento. No se desanime: es probable que la buena educación le haga sentir a su hijo como un raro en determinados ambientes, pero superados esos desajustes no habrá en el futuro estrés postraumático. No deje para otros lo que puede hacer usted; no tiene por qué esperar, por ejemplo, a que en los colegios se enseñe a comer saludablemente; sienta como una vergüenza personal que en un país mediterráneo como el nuestro haya niños obesos; actúe, no es tan difícil, se trata sólo de enseñarles a comer como Dios. No se acompleje; no pasa nada porque vigile de cerca a su hijo adolescente, se ha hecho toda la vida sin pensar que se atentaba contra ningún derecho fundamental. No tenga miedo a racionar la televisión. No tenga miedo a asomarse a la habitación de su hijo, no se trata de espiar sino de proteger. No quiera ser como su hijo, no se juvenilice, él necesita sentir que está guiado por adultos. No tema decirle que está en contra del botellón y de los encierros, es bueno que él sepa lo que usted los detesta. Y por supuesto, no se apunte a un encierro por acompañar al niño, ahí sí que está usted perdiendo la cabeza y adiestrándole en la brutalidad. Hágale saber que tiene deberes con la sociedad, y si no quiere usar la palabra "sociedad", por ser algo abstracta, hágale saber que tiene deberes con seres concretos. No se deje estafar por esta especie de catastrofismo que nos arroja a pensar que, como todo es un desastre, nosotros, individualmente, no podemos hacer nada. Su desánimo tiene un componente de imperdonable pereza: si ha tenido hijos, sea padre, sea madre. ¡Ejerza! La mejor herencia que podemos dejar en este mundo grosero es la buena educación.